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domingo, 11 de febrero de 2018

CON LA CÁMARA AL HOMBRO




El Camino se forja con trozos de historia y paños de leyenda; con objetos que devienen en símbolos como el bordón, la vieira o el sayo; con hosterías, puentes y catedrales; con vientos, lluvias, milagros,  con canteros, orfebres, y escultores; con abades, prelados y mendigos;   con trovas y romances, como el que se canta a don Gaidelfos de Montalbán.



"A dónde irá meu romeiro
meu romeiro donde irá
camiño de Compostela
non sei si alí  chegará

Os pes leva cheos de sange
e non pode mais andar
mal pocado, pobre vellu
non sei si alí chegará"

Fueron los monjes la poderosa orden del Cluny los principales promotores de las peregrinaciones en la Edad Media, y que en España fundaron diferentes monasterios, entre ellos el de San Benito de Sahagún. Peregrinaciones que partían de todos los lugares de Europa e incluso de Oriente. Desde el descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, en el siglo IX, el Camino de Santiago se convirtió en la más importante ruta de peregrinación de la Europa medieval. 



En el Camino de Santiago, la historia se mezcla con la leyenda y en ocasiones no se sabe dónde empieza una y acaba otra.  No está demostrado,  históricamente,  que Santiago el Mayor, hijo del Zebedeo y de María Salomé, y hermano de Juan Evangelista,  predicara en España, aunque algunas fuentes lo dan por cierto.


CODEX CALIXTINUS

En el año 1140, un monje francés llamado Aymeric Picaud escribió la que se puede considerar la primera guía turística sobre el Camino de Santiago, el "Códice Calixtino".  Una obra que relata la geografía de las regiones y ciudades, con sus costumbres y características por donde discurre el Camino de Santiago. Picaud dividía el itinerario, a través del camino francés, en trece etapas perfectamente delimitadas.


Codex Calistinus
Pamplona es el inicio de nuestra ruta a través del Camino de Santiago Francés. A cientos de kilómetros se encuentra Santiago, la meta del viajero, que tendrá que atravesar pequeños pueblos, mesetas vacías,  y agrestes  caminos para conseguir su fin, llegar a la tumba del Santo. Este recorrido por Pamplona, desde que cruzamos el Arga por el Puente de la Magdalena hasta los templos y calles medievales de la vieja ciudad nos llevará a visitar las iglesias más representativas y su simbología jacobea.


Una ruta para ponerse en la piel del peregrino por un día y recorrer el trecho del Camino que atraviesa el enclave pamplonés. Lo primero que visitamos es su catedral y podemos contemplar un maravilloso tímpano policromado en la puerta del Amparo.


Otra puerta no menos espectacular es Portada Preciosa en cuyas jambas está representada la Virgen a la derecha y el ángel Gabriel a la izquierda. El tímpano queda dividido en cuatro registros en los que se recogen doce pasajes que ilustran la Dormición de María, culminando la escena con su coronación en el cielo. 

Todavía podemos ver otra portada en la fachada norte, la Puerta de San José,  también con decoración gótica del siglo XV. En su pequeño tímpano se representa a Cristo bendiciendo a la Virgen.
                 
El claustro es la joya de la catedral, y una de las cumbres universales del estilo gótico. Construido entre 1286 y 1472, pocos claustros existen en Europa de su categoría. Cada uno de sus cuatro costados está jalonado por seis  arcos ojivales cuyas tracerías juegan  con la luz sobre la piedra. Por encima, el sobreclaustro; en medio, un pequeño jardín  


 Dejamos atrás la primera gran ciudad de la ruta jacobea y buscamos Puente La Reina, una localidad mítica y mística del camino francés donde se unen el esfuerzo físico que supone ascender al Alto del Perdón. 
        

A pie, como el peregrino, o en coche, como nosotros. Da igual como lleguemos a Santa María de Eunate.  Se alza solitaria en mitad de un llano y abierto paisaje que en verano toma el color de los girasoles, a dos kilómetros largos de las casas más cercanas, en Muruzábal.   Su planta octogonal y el claustro que la circunda la hacen diferente a cualquier otro templo románico.


Habrá pocos aficionados al románico que no hayan visto alguna vez la inconfundible silueta de la iglesia de Eunate, que se caracteriza por su planta octogonal rematada por un ábside semicircular orientado al este como es habitual, rodeado por una arquería también de planta octogonal.


Según la mayoría de los autores se cree que esta galería tenía carácter procesional en forma de claustro, pero sea como sea, la verdad es que se han encontrado numerosos enterramientos cerca de la arquería, lo que refuerza la tesis del carácter funerario del templo.

El misterio no aclarado sobre su origen y su inquietante interior avivan el interés de este templo que fue hospital de peregrinos, dormitorio de difuntos, faro-guía para caminantes, lugar de culto cristiano y santuario telúrico para quienes buscan fuerzas esotéricas.


          
Muy interesantes son las portadas de acceso a la nave, sobre todo la situada en el muro norte, que coincide con los tramos originales de la galería. Esta portada se abre por medio de cuatro arquivoltas decoradas con baquetones que apoyan en jambas lisas y columnas cilíndricas alternativamente y se rematan con capiteles decorados. Cubre las arquivoltas un bellísimo guardapolvo en el que se representan distintos personajes humanos que conviven con animales imaginarios y seres monstruosos.


La columna interior derecha luce en su capitel una figura que si la miras de arriba abajo parece una simple cabra, pero si le observas al revés parece un diabólico rostro con barbas en espiral que algunos han identificado como “Baphomet”. Una de las principales acusaciones de los enemigos de la orden de los Templarios, tenía que ver con Baphomet, un misterioso personaje al que, se decía, que los templarios lo adoraban. Baphomet era una insignia, una demostración de la maldad y por ello no había más remedio que destruir la orden, como así fue.

Se mire con los ojos que se mire,  lo cierto es que Eunate es especial. Y lo es no sólo por su ubicación en medio del campo, o por la singularidad de su arquitectura. Lo es, no porque, dicen, “tiene algo de misterioso”… Eunate es especial porque fue hecho con y para el silencio,  porque transmite paz.



Llegamos a Puente la Reina y entramos en la ciudad por la calle del Crucifijo, pasando bajo el arco que une la iglesia con el convento sanjuanista. Flanqueando la entrada al templo, una portada repleta de figuras detiene el paso firme y cansado del peregrino que llega a la localidad, tras atravesar estas tierras del valle de Ilzarbe. Después de ocho siglos sigue captando su interés y sorprendiéndolo con historias que se perfilaron a golpe de cincel.


   


La portada formada por seis arquivoltas apuntadas, decoradas con distintos motivos. Todas se apoyan sobre un cimacio decorado con relieves, bajo el que se ven los capiteles de varias columnas. La portada pertenece a una iglesia fundada por los templarios en 1146. Anteriormente era conocida como la Iglesia de Santa María de los Huertos.


 La iglesia del Crucifijo , vinculada en su origen a la orden de los templarios, guarda en su interior una misteriosa talla: un crucifijo de grandes dimensiones cargado de leyenda y considerado una de las mejores obras que se conservan en España.



Siguiendo el camino, desde la lejanía despunta el inmenso campanario de la Iglesia de Santiago el Mayor. Esbelto como un faro, que guía a los peregrinos.  Del primitivo templo de origen románico se conservan dos de sus portadas.



La portada románica de principios del siglo XIII. Es una portada que está formada por seis arquivoltas de medio punto decoradas con diversas figuras y temas vegetales. Las arquivoltas apean sobre un cimacio corrido bajo el que se ve una sucesión de columnillas de fuste liso y capitel decorado. En la parte superior de algunas de las columnas se pueden apreciar varias cabecitas.humanas. También es muy bella la forma polilobulada de la arquivolta interior,  donde cada una de las dovelas lleva una esplñéndida  decoración. En la clave  central se puede percibir un pequeño crismón.

El puente románico de Puente la Reina es uno de los ejemplos de arquitectura civil más interesantes del Camino de Santiago en Navarra. En él confluyen la ruta jacobea que entra por Roncesvalles y la tolosana de Somport. Las aguas del río Arga, que discurre bajo la imponente arcada del centenario puente, han visto pasar a millones de peregrinos.


Solo 22 kilómetros separan a dos de las localidades navarras más íntimamente ligadas a la ruta jacobea, Puente la Reina y Estella. Antes de llegar a ésta vemos los primeros viñedos que adelantan la proximidad de las tierras riojanas y copan un paisaje dominado por pueblos de impactante arquitectura medieval.


Llegamos a Cirauqui  que está asentado en un altozano, en plena ruta jacobea entre Puente la Reina y Estella, emerge este pueblo de traza medieval. Caserones de sillar con blasones  se alinean a ambos lados de empedradas calles.  La población se dispone en torno a la iglesia de San Román, edificación tardorrománica de portada muy apuntada y arquivoltas polilobuladas.  Seguimos el trazado del Camino de Santiago y abandonamos Cirauqui por la calzada romana, que conserva aceras y pavimento, y un puente también romano, cuya parte superior fue transformada en 1702.

Estella es una ciudad nacida para el Camino y en ella convivieron navarros, judíos y francos durante siglos. Entramos por la Rúa de los Curtidores y pasamos por el albergue de peregrinos junto al Puente Románico. Desde que se convirtió en fin de etapa de la ruta jacobea allá por el siglo XI la pequeña aldea de Lizarra se tornó en un próspero burgo. Claro ejemplo de esta expansión es el Palacio de los Reyes de Navarra, uno de los mejores ejemplos de románico civil de España.  



 Esta localidad acoge diversos monumentos que hacen referencia al apóstol Santiago. El primero de ellos se encuentra al entrar en la ciudad por la antigua rúa de los Peregrinos o se trata de la iglesia del Santo Sepulcro, en la que destaca el friso superior, con una galería conformada por doce nichos que acogen figuras de apóstoles.



En el barrio de San Miguel, en la margen izquierda del río Ega,  se levanta la iglesia de San Miguel, un templo tan sencillo como bello.  Ubicada en la cima de un escarpe rocoso conocido como "La Mota", comenzó a construirse a finales del siglo XII.



Cuando pasamos por Irache nos llevamos una sorpresa al encontrar una Fuente de Vino que los dueños de una bodega han instalado para invitar al peregrino a un trago de este magnífico caldo. 



Un poco más adelante encontramos El Monasterio de Irache que se encuentra a apenas 2 kilómetros de Estella, en la vecina localidad de Ayegui. Éste ha ido albergando distintas funciones a lo largo de la historia (hospital de peregrinos, Universidad pontificia, hospital de sangre, colegio, ...)



Llegamos a Torres del Río, pueblo con encanto de empinadas y estrechas callejuelas en las que se exhiben caserones barrocos con decorativos blasones. En él destaca la Plaza de los Fueros, donde confluyen las calles más importantes de la localidad, con hermosas casas blasonadas



.Poco antes de abandonar Navarra, el Camino de Santiago nos ofrece este bello y recogido ejemplar del románico del siglo XII, la iglesia del Santo Sepulcro, que fue capilla funeraria y faro del Camino de Santiago. Su originalidad viene dada por el plan centralizado que adopta, que no es el único en Navarra, pero sí adopta mayor monumentalidad y perfección arquitectónica.



Según algunos historiadores, el Santo Sepulcro de Torres del Río podría haber sido obra de los caballeros del Temple. Este extremo no se ha podido confirmar y añade misterio a esta obra, que fue construida a semejanza del templo del Santo Sepulcro de Jerusalén, pero adaptando los conocimientos islámicos a la manera de construir de los cristianos.



De planta octogonal y con un acabado perfectamente compensado, es un edificio sobrio y armonioso en el que diferenciará claramente tres cuerpos: el primero de ellos, ciego; el segundo, iluminado por dos pequeñas ventanas; y el superior, abierto en ventanas de medio punto que iluminan la espléndida cúpula interior.



En el interior, la mirada se alza hacia la magnífica cúpula de gruesos nervios de influencia califal que corona el conjunto y que dibuja una estrella de ocho puntas iluminada por una tenue luz que se filtra por las celosías.  Su nervadura te recordará modelos islámicos similares a los de algunas mezquitas, lo que permite especular con la posibilidad de que el monumento fuese construido por artesanos mudéjares que habrían llegado a Torres del Río desde la orilla del Guadalquivir.


El peregrino abandona Navarra al cruzar el puentecillo que en los tiempos medievales hizo de frontera entre los reinos de Castilla y Navarra, a camino entre Viana y Logroño. En este punto, comenzamos nuestro itinerario por tierras riojanas.

Viana es la última ciudad navarra de la ruta jacobea, ubicada a tan solo 11 kilómetros de Logroño, su estructura urbana es la de una plaza fortificada rodeada de una muralla medieval que sirvió como baluarte defensivo durante la Edad Media.  Destaca su iglesia de Santa María, construida entre mediados del siglo XIII y primeras décadas del XIV.  En el muro occidental se abre una buena portada compuesta por tres arquivoltas presididas por la Virgen y el Niño.

Logroño es una ciudad rica en historia y tradiciones que se conservan desde la Edad Media. El Camino de Santiago hizo de ésta una de las poblaciones más importantes de la ruta, dejando un interesante conjunto monumental estrechamente vinculado al tradicional paso de peregrinos.




 La iglesia de San Bartolomé  está ubicada en la Plaza de San Bartolomé, en el casco histórico de Logroño. Fue construida en sillería, no se conserva documentación precisa sobre sus orígenes, pero data de finales del siglo XII y comienzos del XIII.

Poco más adelante en la Plaza de Santiago nos encontramos con la iglesia de Santiago que posee una nave de tres tramos con crucero. La fachada,  concebida a modo de arco del triunfo, está decorada con dos esculturas del apóstol Santiago: en una aparece representado con los hábitos de peregrino y en la otra como guerrero a caballo.


Homenaje al peregrino en Navarrete
Navarrete es la siguiente parada. No está demasiado lejos  de Logroño, en dirección a Santiago, y el peregrino del medievo se encontraba con esta villa. Desde lejos, una vez remontadas las cuestas del pantano de la Grajera, se avista la majestuosa torre de la iglesia parroquial. 


Portada del hospital de San Juan
 La importancia de este lugar en relación con la peregrinación se centraba en el hospital de San Juan, situado en las afueras.   Arruinado ya en el siglo XIX, en la actualidad solo su portada y unas ventanas subsisten en el cementerio de la localidad  Los arcos apuntados, su decoración de dientes de sierra y el estilo de sus capiteles responden a un edificio construido en el siglo XIII.


En el lugar de su antiguo emplazamiento han aparecido recientemente algunos restos arqueológicos que permiten reconstruir la forma de su planta.  


Pasado Navarrete, entre viñedos y cereales el Camino se enfila para recorrer los 17 kilómetros que nos restan hasta Nájera.  Es una de las localidades que bien merece una parada.  Fue final de etapa del Camino de Santiago, pues no en vano es la ciudad más histórica de La Rioja.


Nájera es un pueblo de reyes. De tumba de reyes, para ser más exactos. Aquí mandaron los duques de Cantabria y Nájera. Antes de entrar en la villa, los peregrinos se encontraban con el barrio de San Fernando, así llamado por haber tenido en él la proclamación de éste como rey de Castilla, el 1 de mayo de 1218.




El monasterio de Santa María la Real, fundado en 1032, resume la historia de la ciudad y atesora el interés artístico de la misma.  Su iglesia gótica, el Panteón Real y el magnífico claustro de los Caballeros merecen una visita detenida.   El <<Claustro de los Caballeros>>, construido en el  siglo XVI, es de estilo gótico con ventanales platerescos, está dotado de unas preciosas celosías en piedra que proyectan sobre las galerías maravillosos juegos de luces y sombras. 


A ambos lados está el <<Panteón Real>>, plato fuerte de la historia.  Son treinta cuerpos reales esculpidos en sepulcros de piedra labrada.  Estatuas yacientes que forman un cuadro impresionante.  En él  descansan los restos de doce personajes reales, entre ellos las urnas sepulcrales de los reyes fundadores. 

El culto a las reliquias, característico de toda la Edad Media, hacía que, antes de emprender la novena etapa del Camino de Santiago, entre Nájera y Santo Domingo de la Calzada, muchos peregrinos desviasen ligeramente su itinerario hacia el sur,   llegaban luego hasta San Millán de la Cogolla, en tierra más escabrosa y arbolada,  para acudir a visitar los Monasterios de Suso y Yuso. 


En la parte del monasterio viejo el llamado “de Suso”, veían como hoy, las cuevas donde San Millán tuvo su morada y oratorio, integradas después por sus devotos en una iglesia del siglo X, en la que se puede ver el influjo de la arquitectura califal.




Nosotros, como era nuestro objetivo,  también fuimos a visitar  esos monasterios por lo que nos dirigimos hacia la localidad de Berceo. En un letrero clavado junto a la carretera, en la misma entrada del pueblo se lee “Berceo es la cuna de San Millán y de  Gonzalo de Berceo”, primer poeta de habla castellana, que rimó sus alejandrinos en Suso. 



Autor de la “Vida de San Millán” que nos dejó la semblanza de su figura en esta obra que narra la vida del santo emilianense. San Millán nació en Berceo y vivió en el siglo VI por aquellos recónditos parajes, donde cobró, ya en vida, fama de santidad. Según Berceo, este buen santo fue pastor de ovejas hasta los veinte años de edad y describe como habiéndose dormido junto a su rebaño, alguien le dijo en un sueño que se fuera de inmediato a los riscos de Biblio a vivir con el santo ermitaño Felices, y eso hizo durante tres años.




Antes de llegar a San Millán ya empezamos a divisar el campanil de plomo de la torre del Monasterio de Yuso, al que llegamos después de atravesar las estrechas calles del pueblo. Nos dirigimos hasta la cercana parada para coger el microbús que nos llevará hasta Suso.  Después de un corto recorrido, nos dejó en la misma explanada del monasterio, que parece escondido dentro del pliegue de la sierra.
     
                                                      Monasterio de Suso 
                                   
La falda de este vallejo, según se llega, es un inmenso cementerio donde esperan la resurrección monjes y devotos peregrinos masivamente depositados ahí. Aquí, entre encinas, hayas, fresnos, pinos, nogales y otros árboles, Millán fundó un cenobio con seis arcos de herradura, visigóticos  y, al menos, once cuevas. Los orígenes de este monasterio se remontan a finales del siglo V.   
          

La leyenda narra que el santo vivió como un anacoreta,  en unas cuevas sobre las que hoy se alza el claustro, y en él, fue enterrado  en el año 574.  Su sepulcro se convirtió pronto en foco de devoción y acudieron hasta él condes y reyes castellanos con el ruego de que amparara sus empresas guerreras mediante numerosas donaciones. 

El monasterio de Suso -mozárabe- cuya fundación está vinculada a la vida de San Millán, que se encerró en una cueva en el valle del río Cárdenas para alejarse del mundo. Hacia el 550 construyó con sus discípulos un pequeño cenobio, que es la parte más antigua del monasterio y donde descansa el sepulcro de San Millán.




Hacia el 923 el monasterio es habitado por monjes mozárabes que dejarán su huella en la arquitectura (arco de herradura mozárabe que da entrada a la iglesia, capillas cuadradas y gemelas del interior). En la galería de entrada están alineados los sepulcros donde reposan los Siete Infantes de Lara y de su ayo, Nuño Salido, además de los sepulcros de tres reinas de Navarra: Tota, Elvira y Jimena.


Sepulcro de Nuño Salido

Excavadas en la roca, las tres cuevas del monasterio primitivo nos transportan a los tiempos en los que San Millán habitó en ellas. En el centro, destaca un sarcófago del románico tardío que representa al santo con ropas sacerdotales visigóticas.

No todo son vinos y bodegas en La Rioja, esta tierra atesora también uno de los bienes culturales más importantes de España en sus monasterios de Suso y Yuso. Éste es uno de los dos lugares, junto con Valpuesta, en Burgos, donde se han hallado los documentos más antiguos escritos en castellano.  Pasear entre los muros de estos edificios es sentirnos parte de la historia, una sensación que no se puede explicar, solo vivir.


Tras un trayecto relativamente corto, y  señalizado por un rollo medieval, conocido como “cruz de los peregrinos” llegamos a Santo Domingo de la Calzada, población tras la cual  comienza el camino castellano-leonés.  Esta población nació para facilitar el paso a los millares de peregrinos que hacían la ruta jacobea. 

El peregrino jacobeo tiene aquí su rincón del paraíso; la mejor parada del camino. Cuando el peregrino llegaba a la ciudad, la encontraba fuertemente defendida por un importante circuito de murallas.


Santo Domingo de la Calzada es una ciudad nacida a la vera de la tumba del santo que le dio nombre, un auténtico caminero medieval nacido en 1019, en Viloria de La Rioja.


 Alrededor del 1040 se retiró como eremita a los bosques  y desde allí observó las dificultades que los peregrinos, rumbo a Compostela, encontraban al atravesar la zona.

Trabajó desde entonces para facilitarles el recorrido con la construcción de un puente que permitiera salvar el curso del río Oja, un hospital donde refugiarse, una calzada que uniera Nájera con Redecilla del Camino (Burgos).

Catedral de Santo Domingo de la Calzada

 La fama de este Santo se incrementa notablemente a partir del siglo XV y no proviene de su arte ni de su historia, sino de un milagro que llegó al refranero y de sendas gallinas que ocupan lugar preeminente en el templo catedralicio.  No hay prodigio más famoso en el Camino de Santiago que el de Santo Domingo de la Calzada, “cuando cantó la gallina después de asada”.




La leyenda dice que dos peregrinos pernoctaron en un mesón y la mesonera despechada por el rechazo del joven peregrino le introduce una copa en su equipaje y a la mañana siguiente le acusa de robo.  Descubierta la pieza en la valija de los viajeros, el juez decreta que se ahorque al peregrino. El padre continuó el Camino de Santiago y a su regreso treinta y seis días más tarde, encuentra a su hijo vivo.  La noticia corre por toda la ciudad y el episodio termina con la muerte del malvado mesonero.  



De ahí nació la leyenda del gallo y la gallina, que hoy en día se exhiben en el famoso “Gallinero” de la Catedral.



Después de superar una larga recta llegamos a Redecilla del Camino.  A la entrada del pueblo vemos un rollo jurisdiccional y un área de descanso con fuente.  Recorremos Redecilla del Camino por su calle Mayor, con sus casas blasonadas de salientes aleros.  



La iglesia de la Virgen de la Calle posee una pila bautismal románica que es la joya arquitectónica del Camino de Santiago.  Es de estilo románico con marcadas influencias mozárabes en su decoración.  Tiene forma de copa semiesférica de grandes dimensiones,  asentada sobre un pedestal formado por ocho semicolumnas.  La copa está decorada con murallas y torres medievales que representan a la Jerusalén celeste.

Llegamos a Belorado y a los pies de las ruinas del castillo vemos la iglesia dedicada a Santa María del siglo XVI. Se trata de un templo  con tres naves sostenidas sobre pilares cilíndricos y una cúpula semiesférica sobre pechinas, rematándose dicha cúpula con un cimborrio. 




Continuamos nuestro camino hacia Burgos y llegamos a  Villafranca Montes de Oca (la villa de los francos) surgida de las peregrinaciones, como otros muchos pueblos del Camino. Villafranca-Montes de Oca se encarama en la ladera de un valle que penetra en los montes que se levantan como un muro ante el camino.  Desde la misma carretera se puede contemplar la iglesia parroquial de Santiago, obra de una reconstrucción del siglo XVIII.  


A tiro de piedra de Villafranca Montes de Oca y en pleno camino de Santiago, todavía se alzan los vestigios del antiguo monasterio de San Felices o San Félix de Oca, que hunde sus raíces históricas en los primeros tiempos de la cristianización  de la provincia de Burgos. Su origen se remonta a la época hispano visigoda., en concreto al siglo VI, cuando la estratégica ciudad de Auca – también fue una importante urbe autrigona y romana – se convirtió en una de las primeras sedes episcopales de España.



Una vez sobrepasados estos tan temidos Montes de Oca,  en los que muchos peregrinos perecieron o fueron despojados de sus pertenencias a manos de ladrones y bandoleros se llega a la aldea de San Juan de Ortega, el otro santo arquitecto, compañero y discípulo de Santo Domingo.  


El Camino de Santiago avanza por parajes con aroma de montaña, prados y manzanilla,  hasta llegar a San Juan de Ortega, uno de los puntos más santiagueses del trayecto, favorecido por reyes, nobles y eclesiásticos, que intentaron convertir un lugar inhóspito y peligroso en refugio seguro.



El camino desciende lentamente, divisándose a lo lejos el pequeño pero monumental conjunto, formado por dos iglesias, restos de dos monasterios, hospedería de peregrinos y media docena de casas habitadas. Este es el lugar de retiro de “San Juan de Ortega”, a la vuelta de Palestina.  Aquí decidió construir una iglesia y una casa de acogida, que aún conserva el ambiente religioso y espiritual. 



Probablemente estamos en uno de los lugares más evocadores del Camino de Santiago, sensación que se acentúa por el silencio y la soledad que envuelve el lugar donde los peregrinos son mayoría. 





Cada 22 de marzo, día del equinoccio de primavera, muchos de curiosos acuden a la iglesia para presenciar  el prodigio puesto en marcha por la sabia acción de los constructores de templos que, en plena Edad Media, lograron combinar arquitectura y astronomía, hasta conseguir que este sea el único día en el año en que un rayo de luz ilumina de pleno el rostro de una Anunciación representada en un capitel románico.



 El Camino desde San Juan de Ortega a Burgos apenas tiene lugares para detenerse y gozar del arte.  El único punto donde se palpa la historia con intensidad es Atapuerca. El camino sigue en zona de aridez artística, rota al llegar a la campiña del río Pico, afluente del Arlanzón.  

Al fondo se puede apreciar la airosa silueta de la Cartuja de Miraflores, y aún más allá las verticales torres de la catedral burgalesa.  Esta catedral gótica de Burgos se construyó sobre otra anterior románica, de modestas dimensiones.
  



El obispo Mauricio  y el rey Fernando ponían la primera piedra de la nueva catedral gótica, dos años más tarde, el 20 de julio de 1221. Uno de los elementos más importantes de esta catedral es su extraordinaria portada del Sarmental  bajo cuyo tímpano podemos ver un apostolado entre columnas encapiteladas  y por encima una arquería lobulada.



Portada del Sarmental
La importancia de Burgos,  permitía ofrecer durante la Edad Media una gran asistencia hospitalaria a los pobres y peregrinos que por ella transitaban. El peregrino del siglo XVI, antes de entrar en la ciudad, se encontraba con el hospital de San Juan a la izquierda de la calzada y, a la derecha, la iglesia de San Lesmes.


Salimos por la antigua carretera de León, hoy poco concurrida, y continuamos en dirección a Tardajos, primera población que cruzaremos desde Burgos. 


Antes de entrar en el pueblo, cruzamos el río Arlanzón de nuevo por un gran puente de piedra. Entramos y atravesamos Tardajos por la carretera principal hasta las últimas casas, donde tomaremos el desvío a la izquierda hacia Rabé de las Calzadas.


Después de abandonar Tardajos retomamos el camino que nos llevará hasta Frómista y nos desviamos un poco de la ruta porque merece la pena visitar Olmillos de Sasamón, que es un auténtico cruce de caminos  y son muchos los peregrinos que llegan hasta aquí para ver las maravillas de esta villa y de la vecina Sasamón.  



A la entrada de Olmillos encontramos una pequeña fortaleza  construida en la segunda mitad del siglo XV, Tradicionalmente se la conoce como castillo de los Cartagena, pues en origen perteneció a esta familia.

Llegamos a Sasamón, enclave famoso por su importancia histórica dentro de las guerras cántabras.  Aquí instaló Cesar Augusto su campamento, desde donde dirigió sus legiones en lucha contra cántabros y astures.  La población recibió entonces el nombre se “Segisama”, como ha quedado demostrado en multitud de referencias y vestigios así como tres puentes romanos sobre el río Brullés. 



 La muralla defensiva de la ciudad romana en la edad Media se transformó en muralla fortificada.  Podemos ver aún un paño con puerta de entrada balconada, habiéndose perdido el resto entre las construcciones civiles. 
Pero la joya local es la iglesia de Santa María la Real, que tiene trazas catedralicias y fue templo mayor del obispado de Sasamón, sede que, tras 70 años de existencia, fue trasladada a Burgos en el año 1128. 



 La mitad de ella se hundió en un incendio, que dice la leyenda, fue provocado por los franceses, o por  el guerrillero Santos Padilla.  Adosado a uno de sus brazos está el campanario pero lo realmente llamativo es su puerta,  muy especial porque se la considera una réplica de la del Sarmental de la catedral burgalesa. 



Salvo el parteluz, que en Burgos tiene un obispo y aquí una Virgen con niño, ambas se componen de tres arquivoltas con, sucesivamente, ángeles músicos y Veinticuatro Ancianos del Apocalipsis tocando sus instrumentos; en el tímpano, el Cristo en majestad rodeado por los evangelistas; y en el dintel se representa un apostolado.



En el dintel de esta portada podemos ver un extraordinario conjunto del apostolado bajo arquerías lobuladas.  Todos los apóstoles llevan en sus manos libros cerrados y se miran mutuamente de dos en dos.  Otra gran portada es la de San Miguel, que tiene un arco apuntado con arquivoltas enmarcado en otro conopial y rematado con tallas de ángeles. Encima hay un alfiz con esculturas y en el parteluz se ve el escudo de los Reyes Católicos. El conjunto se encaja entre pináculos. 



 A los pies de la colegiata todavía podemos ver una portada románica que se salvó del incendio, tiene el arco ligeramente apuntado y consta de cuatro arquivoltas en las que combinan baquetones y dientes de sierra.  Apoyan en tres columnas con sus correspondientes capiteles decorados a cada lado.



A menos de un kilómetro de Sasamón, junto a la carretera que conduce a Sotresgudo, hallamos una gran portada tardorrománica en pleno campo. Se trata del único vestigio de la iglesia del despoblado de San Miguel de Mazarreros. Es cuanto queda de la antigua iglesia del pueblo que desapareció a finales del siglo XV cuando se unió a Sasamón. 



 Este arco parece como una puerta que le han puesto al campo.  Un campo de cereal rodeado de vegetación.  El conjunto de la portada consta de seis arquivoltas completamente lisas sin decoración y un guardapolvo ya prácticamente desaparecido. Descansan sobre seis parejas de capiteles decorados que han perdido las columnas de apoyo.


El primer monumento que se encuentran los peregrinos que recorren el Camino de Santiago al entrar a la villa de Castrojeriz son las ruinas del Hospital general de San Antón que fue palacio y Huerta del rey Pedro I de Castilla y posteriormente fue acogido por la orden de los antonianos, la cual fue disuelta a finales del siglo XVIII.  



Esta impresionante ruina gótica que evoca los recuerdos de la época de la maligna enfermedad gangrenosa del “fuego de San Antón”, que la Orden de los antonianos curaban milagrosamente.  San Antón fue, tras su creación, uno de los principales centros de peregrinación dentro del propio Camino de Santiago. 



 El Camino de Santiago pasa por debajo de los dos arcos del pórtico elevado del s. XVI que protegía la entrada a la iglesia, ornamentada con una portada de arquivoltas, totalmente decoradas con esculturas en cada una de sus dovelas. 



Aún se pueden distinguir las dos alacenas que se practicaron en el pórtico para alimento de los peregrinos que llegaban a horas intempestivas  Para luchar contra la enfermedad se servían de los efectos benéficos de la letra griega tau, que llevaban cosida en rojo en la túnica negra. 


Además no vacilaban ante el menor síntoma sospechoso de malignidad, en amputar brazos y piernas, que colgaban posteriormente en la puerta del hospital. Hoy en día es un sencillo albergue de peregrinos, pero se te pondrán los pelos de punta al escuchar aquellas antiguas historias. 



Nuestra próxima parada será en Castrojeriz, donde llegaremos por una estrecha pero bien pavimentada carretera.  Mucho antes de llegar ya se divisan las ruinas del castillo asentado en una montaña que domina la llanura, y que jugó un importantísimo papel en la historia de Castilla.




Castrojeriz, en sus momentos de mayor auge, llegó a contar con siete puertas en las murallas, seis iglesias, ocho hospitales y tres conventos. 
Castrojeriz conserva su rango de ruta compostelana.  Aposentada sobre un cerro de dura roca, aún hoy parece vigilar el descanso de los peregrinos.  Moldeada por los pasos de tanto viajero, en sus calles se respira como en pocos lugares el sabor único del Camino de Santiago. 



En el barrio de extramuros al final del pueblo se encuentra uno de los edificios más emblemáticos, la colegiata de Santa María del Manzano, construida en el año 1214 en estilo protogótico, aunque posteriormente sería ampliada en el siglo XVIII.  Consta de tres naves, la central de mayor altura, con capillas a los lados. 



La Colegiata de Santa María del Manzano de Castrojeriz fue desde el momento de su construcción un importante hito del Camino de Santiago a su paso por Burgos.


 La fachada principal de Santa María del Manzano cuenta con un gran rosetón calado, de estilo cisterciense.  



Remata la calle real, y por tanto Castrojeriz, la tercera de las piezas monumentales de importancia, la iglesia de San Juan.  Preside el barrio del mismo nombre con su torre de cinco cuerpos, de un gótico primitivo, al igual que el ábside y el claustro. 



A lo largo de su calle real, cuyo trazado venia marcado por el Camino, se disponían iglesias, hospitales y hospederías para la asistencia a los peregrinos.  El aumento del tránsito romero, facilitó el desarrollo urbano de la villa y la importancia del castillo, residencia real en muchas ocasiones.  Y de las murallas, ya construidas a comienzos del siglo XIII.  



Itero del Castillo es el último pueblo burgalés antes de cruzar el Puente Fitero sobre el río Pisuerga y entrar en Palencia. El puente es de estilo románico  y ya es citado por el Calixtinus con el nombre de “Pons Fiteria”.  Antes de cruzar el puente pudimos contemplar la ermita de San Nicolás a la izquierda del Camino. 




Un edificio románico construido en buena piedra caliza. El Camino de Santiago pasa justamente por delante de este emblemático lugar.  Perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén, tras muchos siglos de abandono, el profesor Paolo Caucci  ha logrado rehabilitarla y convertirla en un refugio para peregrinos desde el año 1994. 



 En el Puente Fitero o Ponteroso se encuentra el límite entre las provincias de Burgos y Palencia. A partir de aquí el camino adquiere las tonalidades pardas y amarillas de Tierra de Campos. 


El paisaje cambia, al igual que la arquitectura popular, ahora personalizada por el sello de los palomares y las habituales construcciones de adobe.  El recorrido en tierras palentinas lo iniciamos cruzando el famoso puente. Es este uno de los puentes más bellos y largos de la ruta jacobea. Así desde el burgalés Itero del Castillo, pasamos al palentino Itero de la Vega.


Itero de la Vega, en la margen derecha del río, es la siguiente localidad, que luce una importante colección de bodegas subterráneas típicas de su enraizada arquitectura popular. A la entrada del pueblo se encuentra la ermita de la Virgen de la Piedad y tras sobrepasarla la ruta jacobea conduce al peregrino hasta la localidad de Boadilla del Camino, que vuelve a recordar, en su toponimia, su pertenencia al itinerario santiaguista. 




San Martín de Frómista

Llegamos a Frómista, la conocida inicialmente como Frómista del Camino,  Se desconoce  el origen de la población, si bien cobró importancia a raíz de la fundación del monasterio de San Martín en 1066.  Desde esta época y hasta 1453, año en que fue destruido por un incendio, pervivió un hospital para peregrinos. 



También a Frómista se la conoce como “villa del Milagro”, y atrae cada año a miles de peregrinos y visitantes, que vienen a contemplar sus bellezas monumentales, patrimonio cultural de reconocido valor artístico. Frómista se encuentra enclavada en pleno corazón del Camino.   Aquí está la más airosa de las iglesias románicas del camino. 


Pequeña, parece sacada de un libro de cuentos, esta iglesia de San Martín, en Frómista comenzó a construirse en 1066, es un templo de tres naves paralelas cortadas por otra de crucero, sobre la que surge una linterna.  Estilísticamente, San Martín de Frómista está relacionada con otros monumentos románicos del Camino de Santiago como la catedral de Jaca, la basílica de San Isidoro de León, y la misma catedral de Santiago en Compostela. En el siglo XV se elevó una torre sobre su crucero y se le añadió otra auxiliar de acceso a la anterior adosada a la cabecera. 



La Iglesia de San Martín de Tours es una obra esencial para entender el románico español, se trata seguramente del monumento que conserva el más puro estilo románico, aunque esta conservación tiene truco. El truco consiste en que fue totalmente reformada a finales del siglo XIX con la idea de  devolver el templo a su estado originario. 

Este “bendito truco” nos permite disfrutar del monumento en el  estado en el que muy probablemente fue construido en siglo XI. Esta  joya del románico, será  quizás el templo más representativo de este estilo en la península.   Lo más destacable es sin duda la asombrosa proporción de sus líneas y la perfección de sus más mínimos detalles, entre ellos los 315 canecillos diferentes y los capiteles finamente esculpidos.  



Cuando contemplamos la iglesia,  vemos en el exterior la cabecera formada por un gran ábside central y dos laterales de menor tamaño. Sin embargo, lo que más destaca de esa cabecera es el cimborrio, tanto por su verticalidad como por su forma octogonal, pues lo normal en otras iglesias románicas palentinas es que este elemento, en el exterior, sea cuadrado.   



En cuanto a las portadas de la iglesia todas ellas muestran una gran sobriedad, pues están en unos rectángulos que sobresalen de la línea del muro y no cuentan con decoración alguna, salvo el guardapolvo exterior y el cimacio corrido


En el ábside y los muros se contemplan varias ventanas de medio punto decoradas con una arquivolta de baquetón, que se apoya en dos columnas. Rodea el conjunto un guardapolvo ajedrezado. La arquivolta descansa sobre unos capiteles de muy buena ejecución con temas variados tanto iconográficos como vegetales. 



En el interior de la iglesia encontramos 50 capiteles, 30 de ellos con decoración vegetal y los 20 restantes con decoración figurada o historiada, unos pocos reconstruidos y otros tantos restaurados,  forman por si solos un mundo de difícil interpretación. Los podemos agrupar en tres grupos: los vegetales cuya función es decorativa, los compuestos por animales unos representando el bien (pelícanos, palomas, águilas) y otros el mal (serpientes, lobos, lechuzas). A mitad camino tenemos los animales fantásticos cuya interpretación es dudosa para nosotros.    




El tercer grupo lo forman los capiteles historiados, representan escenas bíblicas y su función principal era el adoctrinamiento de los fieles ya que como es fácil suponer las gentes medievales no sabían leer y escribir y las representaciones gráficas eran la única manera de comprender perfectamente lo que los sacerdotes explicaban de palabra.



En el interior presidiendo el altar del ábside principal podemos contemplar un extraordinario crucificado.  Es una talla gótica del siglo XIII en madera policromada. Muestra al Cristo muerto, con la cabeza inclinada, y varias mechas de cabello colgando sobre sus brazos. 



Abandonamos Frómista por la carretera que conduce a Carrión de los Condes.  A poco más de de diez kilómetros, el primitivo trazado del Camino se aparta del asfalto hacia Villalcázar de Sirga, un pequeño pueblo de menos de 400 habitantes, nacido al amparo de la Ruta Jacobea.  




Desde mediados del siglo XII hasta principios del siglo XIX fue señorío de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén.  En Villalcázar de Sirga a partir de 1135 los Caballeros Templarios a su vuelta de Jerusalén, y con sus compañeros del Cister, van a edificar la única Encomienda que tendrá Castilla en el Medievo;  terminada hacia 1196 como se puede desprender de algunas Cantigas.  Será residencia de Templarios y Centro Logístico.  



Portada de la iglesia de Santa María

Hoy conocemos un poco más del gran esplendor que tuvo esta Encomienda.  .El pórtico protegido por una inmensa ojiva, se compone de numerosas arquivoltas profusamente adornadas con distintas esculturas, mientras que por su parte superior discurre un doble friso con imágenes bajo arquerías lobuladas.  Un Pantocrátor preside el bello conjunto exterior.  



Las encomiendas podían ser de carácter primariamente económico, militar,  -en este caso se articulaban en torno a un castillo fuerte-, o conventual. Por encima de los comendadores se encontraban los Maestres provinciales y por encima de todos ellos el gran Maestre, con sede en Tierra Santa, lugar donde se asentaba el cuartel general de la orden.



Sin embargo algunos documentos hablan de una iglesia fortificada. La Orden poseía en Villasirga su iglesia principal, Santa María la Blanca, el mismo nombre que se da a la imagen de la Virgen que aún se conserva en su interior. A la entrada, la figura en bronce del Mesonero Mayor del Camino, ataviado con la capa y el sombrero de peregrino con los que siempre recibía a los visitantes y sentado en una mesa con sus tradicionales vaso de vino y sopas de ajo, sigue dando la bienvenida a todos los que atraviesan Villalcázar en su camino hacia Santiago. 


Por la noche estuvimos cenando en el Mesón Villasirga, que precisamente celebraba una “Cena Medieval”. Aquí nos recibieron vestidos de peregrinos y con música de dulzaina y tamboril. ¡Una auténtica gozada!  A continuación el mesonero dando la bienvenida en verso y en castellano antiguo, fue describiendo el menú medieval. 




Las viandas eran transportadas en andas por los camareros, vestidos a la usanza, a los que precedían los juglares, entonando trovas medievales con dulzaina y tamboril y para que nada faltara, es que te puedes comer hasta los platos, ya que son unas enormes hogazas de pan abiertas por la mitad y en ellas te sirven el menú. Puedes comer con las manos,  si quieres, al más puro estilo medieval de la alta alcurnia. En fin una cena inolvidable.


A la mañana siguiente, el propietario del hostal y guía de la iglesia de Santa María la Blanca, nos puso para el desayuno, unas perfectas conchas de peregrino hechas de pan.  Por todos estos motivos, no es fácil despedirse de Villasirga para los que como yo amamos las costumbres medievales, pero al tiempo no lo podemos detener y aún nos quedan muchos kilómetros que recorrer.




Siguiendo por la Tierra de Campos, unos seis kilómetros adelante, llegamos a Carrión de los Condes, situada en las proximidades del río Carrión.  Asentamiento celtíbero, según los hallazgos arqueológicos encontrados; en época romana se corresponde con la población de Lacóbriga que estuvo implicada en las guerras sertorianas. 



El Camino entra en Carrión justo por la puerta de la muralla que nos lleva hasta la iglesia de Santa María del Camino, construida hacia 1150, durante el reinado de Alfonso VII, y es la iglesia más antigua de la ciudad. Todo el edificio es de piedra de sillería. 



Desde su construcción, la iglesia se dedicó a la Virgen de las Victorias, aunque no ha quedado claro si se refiere a la victoria sobre los moros cuando sucedió el célebre “milagro de las cien doncellas”, o bien a la de Bermudo I sobre los moros, o bien a la de Alfonso III, quién celebró en Carrión su victoria sobre los musulmanes en Zamora en 901.   Al principio se llamó Santa María de las Victorias por el milagro relatado, y luego se llamó Santa María del Camino porque a su lado pasaban los peregrinos que iban a Santiago de Compostela.


La portada que se utiliza normalmente está al mediodía; es pequeña, entre dos arbotantes. Es en esta portada donde se encuentra la decoración más interesante, aunque está notablemente deteriorada y su ejecución es bastante tosca.  Esta portada meridional está formada por cuatro arquivoltas de medio punto en las que se alternan orlas ajedrezadas con una tosca guirnalda y una serie de personajes que portan instrumentos, probablemente los Ancianos del Apocalipsis.  



Todavía tiene esta iglesia otra portada que se abre en el muro occidental por medio de dos arquivoltas, de las cuales una apoya en  jambas monolíticas y la otra en sendos cimacios que a su vez se sustentan sobre unas columnas cilíndricas coronadas por capiteles.


En el centro de la población, al este de la plaza Mayor, está situado el otro templo más importante de Carrión, la iglesia de Santiago, cuya antigüedad se remonta a mediados del siglo XII.  De esta época sólo subsiste el muro circundante, los tres ábsides de la cabecera que antiguamente eran más altos, y su maravillosa fachada, de hacia 1160.  


Esta fachada es considerada como el mejor ejemplo románico de cuantos existen en el mundo. Consta de una portada con arco de medio punto y arquivolta figurada apoyada en dos columnas, y rematado el conjunto por un magnífico friso que representa la revelación apocalíptica de San Juan evangelista, según la cual cuatro animales rodean a un Sedente sobre un trono y a ellos circundaban ancianos.


 Este Pantocrátor es la visión de Cristo como Juez del mundo en el final de los tiempos, con el Libro de la Verdad y la Vida, rodeado por el Tetramorfos de los Evangelistas y los doce Apóstoles guardando las doce puertas de la Jerusalén celeste.   


El friso aparece presidido por el Cristo en majestad, o Pantocrátor, vestido con túnica y manto de ricas guarniciones; lleva en su mano izquierda el Libro, todavía cerrado porque el Juicio no ha comenzado, y quizás bendecía con la derecha.  Está rodeado por el Tetramorfos,


La última visita del día la hacemos  al monasterio de San Zoilo que se encuentra al otro lado del río, por lo que tenemos que atravesar el puente sobre el Carrión para acercarnos hasta allí. El monasterio benedictino de San Zoilo en Carrión  gozó de gran fama en la Edad Media, siendo sede de Concilios y reunión de Cortes.  En 1076 pasó a pertenecer a la órbita de Cluny, siendo pieza clave en la reforma cluniacense. La Desamortización de Mendizábal de 1835 hizo desaparecer a los benedictinos. La iglesia actual es barroca y en su interior conserva los sepulcros de los famosos Infantes de Carrión, protagonistas de la Leyenda Negra del Cantar de Mío Cid. 


El resto románico más notable es la portada que apareció, en un excelente estado de conservación, en agosto de 1993 en la puerta de poniente de la iglesia, a la que se accede desde la galilea. Datada de finales del siglo X o principios del XI, es uno de los restos románicos más antiguos de la provincia. 



Los magníficos capiteles del siglo XI, están labrados por tres caras con figuras mitológicas y escenas bíblicas que simbolizan el bien y el mal. Están terminados en ábacos o cimacios que, con 15 cm. de altura, se extienden por todo el pórtico hasta la línea incompleta de imposta taqueada, que se articula en bolas en las esquinas.  


La villa de Sahagún, en plena Tierra de Campos a orillas del río Cea, tuvo enorme importancia en la ruta jacobea. Es final de la séptima etapa del Codex Calixtino. Se trata de un municipio de gran arraigo histórico, que sorprende al viajero por su conjunto monumental de impresionante belleza.  Éste lo monopoliza la arquitectura del ladrillo, el arte mudéjar. Su nombre siempre aparece ligado a su abadía, construida en honor de los mártires Facundo y Primitivo. 


Hoy Sahagún es un encuentro de caminos donde el desarrollo como ciudad se une al pasado histórico y artístico. El arco del triunfo, la torre del Reloj, su conglomerado monumental y eclesiástico son un ejemplo de la importancia de la ciudad.   Sahagún contaba en el siglo XV con cuatro hospitales para peregrinos, articulándose el núcleo en torno al primitivo monasterio, contando con un total de nueve iglesias, además del convento de los franciscanos, fundado en el siglo XIII. 


El monumento más importante es la iglesia de San Tirso, uno de los más claros ejemplos del arte mudéjar español.   La iglesia de San Tirso es un ejemplo de la conjunción de estilos y culturas que conviven en Sahagún. Una impresionante obra mudéjar del siglo XII que comenzó a realizarse en piedra. De aquí que arranque con unos metros de alzado de sillar para continuar con ladrillo, material con el que se construyeron los ábsides y las columnas de la cabecera.  En su interior podemos ver una extraordinaria colección de sarcófagos.  


Pero los alarifes mudéjares dejaron en Sahagún otras construcciones como la iglesia de San Lorenzo, que está en el centro neurálgico de la antigua morería. Sorprende su planta basilical y la cabecera con tres ábsides en forma de tambor. En el centro sobresale su torre de ladrillo que se impone ante los ojos de cualquiera que pase por sus alrededores.


Salimos de Sahagún, muy cerca del santuario de la Peregrina, que conserva una imagen de la Virgen con el atuendo de peregrina, del siglo XI. Fue un antiguo convento franciscano fundado en 1257. La carretera coincide con el camino que tras cruzar el río Cea, continúa durante cinco kilómetros hasta llegar a Calzada del Coto, pueblo que debe su nombre a una antigua calzada romana llamada Vía Trajana.  


Llegamos a Mansilla de las Mulas, el acceso a la ciudad sigue siendo por la Puerta de Santiago, hoy sin arco, que conserva parte de los lienzos del recinto amurallado y cuyo aparejo resulta curioso por estar hecho a base de cantos rodados del Esla. La ciudad ha sido siempre caminera y trajinante, pero el tiempo ha destruido buena parte de su patrimonio.  Mansilla es punto de entrada de millares de peregrinos a lo largo de su historia, por eso las puertas  todavía son el símbolo más característico de este lugar. Por ellas pasaban los peregrinos que llegaban a través de la Vía Trajana. Los que llegaban por el Camino Francés entraban por la puerta de Santiago.  Aquí está ubicado el monumento al peregrino

Catedral de León


León está situado en la horquilla que forman dos ríos de poco caudal: el Torio y el Bernesga. El viajero a Santiago debe cruzar el primero para entrar y el segundo para salir. El Torio atraviesa por Puente Castro desde la época romana. La ciudad ha cambiado y crecido desde los primeros tiempos del movimiento jacobeo. Entonces, el pequeño recinto de la muralla romana albergaba la mayor parte de la población. 


De la catedral, plagada de recuerdos jacobeos, no viene al caso repetir laudes y descripciones, quizá baste decir, que es un perfecto modelo de arte ojival en el apogeo de su desarrollo, tan completo, tan puro, tan armónico, sobre todo por dentro, que acaso no haya otra donde más de lleno se goce de la luz y del calor que la realzan. La influencia artística y religiosa de la ruta de peregrinación se refleja por doquier.


En todas las portadas de la catedral aparece Santiago, también en una jamba de la puerta principal del claustro, en altares, y en las célebres vidrieras. Destaca el retablo mayor del siglo XV, la tabla superior en la que se representa el traslado del cuerpo del apóstol desde Iría Flavia. La sagrada reliquia va en el típico carro leonés y gallego de “cambas” con ruedas fijas en el eje; de él tiran los toros amansados de la Reina Lupa; en segundo término, se ve a un peregrino repitiendo la costumbre de arrojar una piedra en el humilladero de San Marcos. 


 Muy cerca está San Isidoro, paso y estancia obligada para el peregrino de todas las épocas, hasta el punto de que algunos se quedaban toda la noche en el interior del templo, en el que, por antiquísimo privilegio, se encuentra expuesto el Santísimo de forma permanente. Los restos de San Isidoro habían sido traídos por orden de Fernando I, desde Sevilla en 1063.   San Isidoro es un hito jacobeo, recio y fuerte en primitiva piedra románica o incluso anterior, como en su curioso Zodiaco.


La Puerta del Perdón, obra del Maestro Mateo, que trabajó en Santiago de Compostela, era la de los peregrinos. Esta basílica es una de las obras maestras del arte románico español.

Tiene otra portada para acceder al interior, que es la principal, y que es conocida como la "Portada del Cordero", debido al Agnus Dei que corona su tímpano.

Portada del Cordero

Del Panteón Real se ha dicho que es la Capilla Sixtina de la pintura románica. Se compone de pilares que sostienen bóvedas. Los capiteles son soberbios en su talla, pero aún es mejor la calidad de las pinturas románicas de la segunda mitad del siglo XII que cubren las seis bóvedas. Los temas son religiosos, como la Anunciación del ángel a los pastores.


Apenas a cinco kilómetros de León está la población de Virgen del Camino, con el santuario de la patrona de la región. Cuenta la tradición que un día estaba un pastor llamado Alvar Simón guardando su ganado y entreteniéndose en profundas reflexiones, cuando vio, en el sitio en que hoy se encuentra la ermita del Humilladero, a la imagen de la Virgen.    


En su fachada sobrecogen las imágenes de los apóstoles, de seis metros de altura cada una, inmortalizadas en bronce por el escultor Subirats. Vemos a Santiago que sostiene en su mano el bordón de peregrino, mientras señala la ruta que han de seguir los caminantes.



Siguiendo nuestro camino, el próximo pueblo jacobeo que encontramos es Hospital de Órbigo, uno de los pueblos más emblemáticos del Camino en León. Para visitar el famoso Puente del Paso Honroso debemos dejar la carretera general y desviarnos en un cruce a la derecha.


El puente es una construcción de claro estilo medieval, sobre la que los romeros cruzaban el río para llegar a Hospital de Órbigo. La fama del puente le viene, por la caballerosa aventura del Paso Honroso, de la que fue protagonista don Suero de Quiñones, quien con otros nueve caballeros, organiza en 1434, año Santo Jacobeo, un torneo de armas para conquistar a su dama, doña Leonor Tovar.

 El pueblo ha sabido sacar provecho de la gesta de don Suero y a comienzos del mes de junio celebra una gran fiesta rememorando las justas medievales. El bucólico entorno del puente medieval, uno de los más pintorescos del Camino de Santiago, así como las empedradas calles de la Plaza Mayor y el contraste de las dos iglesias a cada lado del puente, realzan ese entorno al pasado. Ni siquiera las señales de tráfico se dejan a la vista y los balcones y calles se engalanan con escudos heráldicos y banderines. 


Nuestra próxima parada será Astorga, a la cual entramos tras atravesar un puente romano de tres arcos. Preside el lugar una cruz de piedra, moderna, salvo su pieza superior que, probablemente, procede de otra más antigua. Se llama crucero de Santo Toribio y algunos quieren ver al santo y a la Virgen en las desvaídas figuras que aún conserva. Hasta el siglo XIII, había además una ermita, muy concurrida. 

Si hacemos caso de la tradición, su vida fue más que agitada.  La leyenda dice que en el transcurso de las disputas de Toribio contra los herejes, el obispo fue expulsado de su sede. En este alto donde se encuentra el crucero fue alcanzado por algunos fieles que le rogaron la vuelta. Santo Toribio se negó, sacudió las zapatillas y dijo que, de Astorga no quería ni el polvo.   


Los peregrinos entraban en la ciudad por la desaparecida Puerta del Sol y continuaban hasta la calle de Santiago para rendir tributo al apóstol en la catedral. La actual catedral de Astorga es heredera de otros edificios anteriores, uno ubicado en las cercanías de un desaparecido monasterio y el otro dentro del recinto de las murallas.  

La Catedral de Astorga es una de las más antiguas de España, consta que existía una de estilo románico hacia 1069  hasta ser finalizada a mediados del siglo XIII. El actual templo comenzó a levantarse en 1471 y es un edificio básicamente gótico. De la antigua catedral solo se conservan algunos restos como la capilla románica, que alberga una pequeña imagen de la virgen que da nombre a la Catedral. 


No tuvimos que andar mucho tiempo para contemplar otra de las joyas de la ciudad, su Palacio episcopal, original edificio construido por Antonio Gaudí. Cuento de hadas o sueño de Walt Disney, este palacio-castillo de Gaudí. El palacio tiene aspecto de castillo, mansión y templo con su impresionante exterior construido con piedra de granito de color blanco. 


Estas esculturas angélicas de cinc que en un principio fueron proyectadas para que figurasen en el Palacio: sobre la cubierta. (El ángel con la cruz), en la fachada principal, (el ángel con el báculo episcopal) en la fachada posterior.   



Al salir del Palacio hemos de dar una vuelta por el circuito amurallado de la ciudad para coger la carretera que nos llevará hasta nuestra próxima parada; Rabanal del Camino, internándonos por la maragatería, comarca singular leonesa que se sitúa entre la ciudad que abandonamos y la sierra del Teleno. Agrupa medio centenar de pueblos, habitado únicamente por unas cinco mil personas en total.


Las aldeas maragatas se presentan con su singular belleza y con su arquitectura característica de empedrados patios y arcos de medio punto que evocan el espíritu errante del maragato. Ninguna otra comarca presenta un componente étnico tan singular: muy parecido a los “agotes navarros”, “los vaqueiros asturianos”, o “los pasiegos cántabros”, los pueblos hispanos de orígenes más oscuros, lo que hace aumentar la magia y el misterio de estas tierras lomas, áridas y salvajes, ricas en folklore y gastronomía.


Murias de Rechivaldo  está situado en las puertas de La Maragatería, y es una población típicamente maragata, donde ya se puede apreciar la construcción propia de los antiguos arrieros: casas de piedra de mampostería con un gran portalón, en su día necesario para poder guardar los carros.  Destaca la iglesia parroquial de San Esteban con su característica espadaña, del siglo XVIII, lo más importante de ella, por su relación jacobea, es un relieve de la Virgen del Pilar cobijado en una hornacina sobre el dintel de la puerta. También hay una estatua de San Roque peregrino.



Llegamos a Castrillo de los Polvazares, quintaesencia de la maragatería, exponente de la más genuina arquitectura maragata, con su ancha calle, con el suelo empedrado, no de guijarros sino de piedras rojizas próximas a la pizarra que ofrecen caras planas y que se utilizan con profusión en la senda que estamos pisando. No se puede visitar León y la Maragatería sin recorrer Castrillo de los Polvazares. Adentrarse en este precioso pueblo es saltar a la época en que los arrieros maragatos recorrían estas tierras con sus mercancías. 

Se puede apreciar perfectamente la típica arquitectura de la zona, con sus espléndidas casas de piedra rojiza.  Casas ricas en suelo pobre y con recuerdos traídos por los arrieros maragatos durante siglos. En estas calles empedradas que hoy pisamos ubicó nuestra paisana Concha Espina el desarrollo de su novela “La Esfinge Maragata”.   


El pueblo se conserva prácticamente en su estado original. Todas las casas están construidas en piedra. Los habitantes de Castrillo fueron tradicionalmente arrieros maragatos; esos comerciantes que traficaban con vinos, pescados, y muchos otros bienes. Las casas llamadas “casas arrieras”, están estructuradas para esa actividad, existiendo grandes puertas para el paso de carros. 



Continuamos por esta estrecha carretera y nos encontramos con el pueblo de El Ganso. Tuvo en tiempos medievales hospital para peregrinos desde el siglo XII. Es una pequeña localidad de la Maragatería, en el Camino de Santiago Francés. Aquí apreciamos por primera vez en el Camino las llamadas “casas teitadas”.   Por su calle principal, llamada Calle Real, transita el Camino de Santiago. Fundado en el medioevo, en 1142 existió aquí un monasterio y un hospital de peregrinos, fundaciones de monjes cluniacenses, dependientes de la catedral de Astorga, de las que apenas quedan unas ruinas en pie. Desde el s. XIII será una comunidad de monjas premonstratenses la encargadas de cuidar a los peregrinos que se dirigían a Compostela.


Por uno de los parajes más bellos de la comarca, llegamos a Rabanal del Camino,  punto de partida de la décima etapa del Camino de Santiago y uno de los pueblos más típicamente jacobeos.Todavía hoy la ruta atraviesa el pueblo de un extremo a otro por la denominada Calle Real.  Rabanal del Camino, es un  pequeño, pero precioso pueblo, hecho de piedra y en el que se respira tranquilidad por todas partes. 

En este pueblo que mantiene su tradicional simpatía hacia los caminantes, había un hospital de peregrinos y una casa de Templarios. Esta localidad de casonas macizas de piedra sirvió de avanzadilla de los Templarios de Ponferrada para proteger a los peregrinos hasta su llegada al Bierzo.  Recuerdo de una antigua atención hospitalaria son los tres albergues con mucho encanto que hoy prestan asistencia a los peregrinos. 


 La iglesia de Rabanal es una construcción a caballo entre el tardorrománico y el gótico, posiblemente del siglo XIV, situada en lo alto del pueblo al final de la calle Real, es un paso obligado para los peregrinos, que desde aquí se disponen a proseguir su camino hacia tierras del Bierzo. 


¡¡ Santiago de Compostela !!



No tardamos mucho en tener la oportunidad de viajar hasta la tumba del Apóstol, aunque esta vez no lo hicimos como habitualmente, en coche: -es que ya no estamos para esos trotes-, por lo que fuimos en un cómodo autocar que nos dejó cerca de la Plaza del Obradoiro, por lo que pudimos disfrutar igual que lo hacen los peregrinos cuando llegan a Santiago.

Esta catedral es considerada como la más grande representación del románico español aunque su construcción ha durado siglos y se ha producido una mezcla de estilos que lejos de empobrecer su imagen hacen de ella un magnífico conjunto ornamental.   Esta catedral tiene planta de cruz latina y consta de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón.



Santiago es una de las ciudades monumentales más amplias del mundo, con multitud de pequeñas calles y callejones salpicados de construcciones notables.  Una ciudad que hay que vivir paso a paso y recorrerla a pie, con cierto orden, pero sin ajustarse a itinerarios fijos, ya que todos los rincones guardan su encanto.




En el siglo XIII, la importancia del flujo de las gentes que acudían a Compostela insufló el ánimo de los responsables de la catedral para iniciar la construcción de una nueva acorde con los gustos del gótico, aunque el proyecto solo fue iniciado.  Durante los siglos del gótico, la catedral sufrió diversas obras de acondicionamiento.


Bajamos hasta la plaza del Obradoiro, que se abre majestuosa a los ojos del visitante.  Tomamos la escalinata que nos conducirá al interior  de la catedral a través del magistral espectáculo que ofrece el Pórtico de la Gloria, obra cumbre del románico y máxima expresión del arte cristiano del medievo.  A lo largo de ochocientos años, millones de peregrinos se extasiaron ante él y vieron compensados los sacrificios del Camino.

La fachada de Platerías es la única románica que conserva la catedral; data de 1103, aunque alguno de los elementos que  componen la portada proceden de dos pórticos de idéntica forma al actual, probablemente sean los restos salvados de un incendio.  El conjunto está organizado alrededor de la figura central de Cristo.


La Puerta Santa inspira algo especial, también llamada Puerta del Perdón, solo se abre los Años Jubilares o Años Santos, data del año 1611 y en ella se representan 24 figuras sedentes esculpidas en granito y durante el Año Santo permanece abierta para que peregrinos, turistas y curiosos puedan entrar desde la Plaza de La Quintana. 
Soria:  Cañón del Rio Lobos
 y ermita de San Bartolomé


En uno de nuestros viajes por tierras sorianas pensamos que sería muy interesante hacer la ruta del Cañón del Río Lobos, pues en otra ocasión ya estuvimos en el inicio pero el tiempo desapacible nos hizo desistir.  Para llegar hasta Ucero que es donde se encuentra el inicio desde la parte soriana de esta ruta en Cueva Fría, en San Leonardo de Yagüe tenemos que coger la desviación que nos llevará hasta nuestro punto de partida por unos parajes verdaderamente preciosos, rodeados de pinos y sabinas y como la distancia es corta enseguida llegamos al Mirador de la Galiana, donde hacemos nuestra primera parada.


Bajamos por una empinadísima y serpenteante carretera hasta el cruce del puente que da acceso al cañón para dejar el coche en el aparcamiento de Cueva Fría, pues aquí estaba cortado el tráfico debido a la multitud de coches, caravanas y autobuses que al igual que nosotros querían hacer parte de esta ruta.


Teníamos dos opciones, una por cada lado del río, a la derecha la pista asfaltada que lleva hasta cerca de la ermita de San Bartolomé.  Nosotros elegimos el sendero de la izquierda, de tierra, ya que estamos acostumbrados a andar por el monte, y además le daba más la sombra.  El único problema es que hay que cruzar varias veces el río por unas grandes piedras, pero como el río baja poca agua lo haces sin ninguna dificultad.



Tras una pequeña caminata de poco más de dos kilómetros llegamos a la explanada donde se ubica la ermita templaria de San Bartolomé.  Cuando llegamos era tal la aglomeración de visitantes que por unos momentos me pareció que aquello era la romería de San Cipriano, donde cada 16 de septiembre nos reunimos en la campa de la ermita para honrar a nuestro santo patrón.


La ermita de San Bartolomé de Ucero  es sin duda el templo soriano que ha provocado los mayores elogios no exentos de controversia.  Esta ermita se encuentra al norte de Ucero, siguiendo el camino  paralelo al río Lobos.  Según te vas acercando, impresiona el paraje en el que está situada la ermita que se asienta en una pequeña ladera. 


El edificio está construido en perfecta sillería y presenta una planta de cruz latina de una sola nave, tramo recto y ábside semicircular.  En origen seguramente llevaría una espadaña que ha desaparecido y ha sido sustituida por un campanario moderno de hierro.


El ábside se divide en tres calles por medio de dos pilastras que llegan hasta la cornisa.  En cada una de ellas se abre se abre una sencilla ventana de aspillera abocinada que se cubre con un guardapolvo adornado con puntas de diamante.  La cornisa se decora con una simple nacela y está sostenida por una serie de canecillos con temas variados.



Destaca el alto número de canecillos que recorren los muros de la ermita, algunos lisos, aunque en el brazo sur del crucero y en la fachada se decoran con motivos figurativos y geométricos.  Algunas fuentes establecen una relación directa sobre las figuras de los canecillos, con el mundo templario y esotéricos.  Un extraordinario óculo se abre en uno de los muros del sur.





Esta portada es apuntada y está articulada por medio de seis arquivoltas decoradas con baquetones y escocias, alguna adornada al exterior con puntas de diamante y otros motivos geométricos. El guardapolvo que cubre el conjunto está adornado con estilizadas hojas de vid.



La portada se ubica en la fachada meridional y se cubre con un tejaroz con cornisa de nacela apoyado en una decena de buenos canecillos que presentan formas geométricas, barrilitos, cabezas humanas, cabeza de lobo, un personaje sentado y cuatro cabezas humanas colocadas en forma de cruz, otro representa una cabeza con casco ¿Tal ves un templario





Seguimos camino con dirección del Puente de los Siete Ojos, que dista poco más de ocho kilómetros de la ermita, pero claro, una cosa son las intenciones y otra las facultades.  Pensando que habíamos dejado el coche en el aparcamiento de Cueva Fría y que después tendríamos que regresar allí, resulta que la caminata sería de diez kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, demasiados para nuestro cuerpo. 

¡¡¡  Y el pastor con su rebañooooooooooo!!!
  Como nota curiosa tengo que decir que en este  recorrido, el río Lobos no le vimos por ningún sitio, bueno, lo que si vimos fue el cauce, pero agua, lo que dice agua, nada de nada.  También otra cosa curiosa nos pasó en el camino de regreso que lo hicimos acompañados por un inmenso rebaño de ovejas, perros y pastor incluidos.  Yo creo que en mi vida he visto tantas ovejas juntas, pero he de decir que el camino se nos hizo muchísimo más corto que a la ida.


 Cansados, pero satisfechos por la experiencia vivida nos fuimos a descansar a nuestro alojamiento en Rioseco, y después de una refrescante ducha todavía nos dio tiempo a hacer unas visitas románicas en San Esteban de Gormaz.


Soria románica
No es extraño que los poetas Machado, Gerardo Diego y Bécquer eligieran Soria para inspirarse,  y para vivir sus experiencias. Dar un paseo por Soria es revivir los  poemas de los principales poetas de España. Conocer dónde vivieron, o dónde se inspiraron son algunas de las numerosas «experiencias» que descubriremos en Soria durante nuestra visita.



 Además, todo ello con la compañía del Duero, que nos ofrecerá paisajes y momentos de gran belleza. Cruzando el puente de piedra nos encontramos con el impresionante Monte de las Ánimas, y muy cerca de él divisamos la iglesia y el claustro abierto de San Juan de Duero, que todos conocemos como «Arcos de San Juan de Duero».



El monte de las Ánimas, al igual que la iglesia que vemos en la margen del río pertenecía a los Templarios, una orden de guerreros religiosos, que una vez que Soria fue conquistada a los moros fueron llamados por el rey para defender la ciudad.  Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad, por lo que los nobles de Castilla se consideraron agraviados con esta decisión del monarca, ya que consideraban que ellos hubieran podido defender la ciudad con todas las garantías ya que si fueron capaces de conquistarla lo mismo podían defenderla.



Este claustro descubierto que también se le conoce por “Arcos de San Juan de Duero” se trata de un conjunto de arquitectura románica, pero con una notable influencia islámica. Un monasterio construido en la ribera del río Duero por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, entre los siglos XII y XIII,  que favorecidos por la acción repobladora de Alfonso I instalaron una de sus fundaciones en este lugar.



 Del antiguo monasterio construido en el siglo XII sólo se conserva la iglesia románica de nave única con cabecera semicircular.  En su interior fueron adaptados dos baldaquinos que dan paso a la cabecera de la iglesia.  En el exterior destaca la originalidad del claustro  probablemente construido ya a principios del siglo XIII y que es considerado como una obra de arte ya influenciada por el islámico.



Este claustro se sitúa al sur del templo románico y tiene forma de cuadrángulo irregular.   En él cuatro tipos diferentes de arcos, como pueden ser los románicos, los de herradura,  apuntados, así como dos series de  arcos calados entrecruzados.  Los románicos están  situados al Noroeste y están formados por arquerías de medio punto que apoyan sobre columnas pareadas que a su vez descansan sobre pódium corrido.  Los capiteles de las columnas están decorados con seres reales y fantásticos así como escenas bíblicas como la Epifanía.



En otro de los ángulos podemos ver un tramo de arcos túmidos de herradura apuntados.  Descansan sobre fustes cruciformes, algunos con estrías helicoidales, que llegan directamente al suelo y están coronadas con capiteles de grandes hojas vegetales, entrelazos y algunos seres fantásticos.



Llegamos a la parte sureste de la galería donde encontramos arcos calados entrecruzados que descansan directamente sobre  pilastras acanaladas, pues carecen de capitel.  La originalidad de este claustro llega a efectos sorprendentes ya que los arcos túmidos también se entrecruzan en cuatro puntos .



En otro de los ángulos achaflanados podemos contemplar otra puerta de las mismas características que en la esquina NE, aunque con distintas arquerías ya que aquí están formadas por pilares de cortos fustes acanalados.


En la crujía del lado Sur se abre un hueco formado por un arco apuntado y dos semiarcos a los cuales les falta el soporte central sujetados por un capitel pinjante al estilo del zamorano Santiago del Burgo.



Pasamos al Suroeste donde podemos ver otra serie de arcos acanalados, también entrelazados que están apoyados en columnas pareadas coronadas con capiteles decorados con motivos vegetales.



Continuamos camino hacia San Polo en las orillas del río Duero donde queremos hacer uno de los itinerarios predilectos de Antonio Machado.  El paseo de San Saturio se inicia precisamente en la ermita de San Polo, que fue un antiguo monasterio templario del que quedan ya poquísimos restos.  Enclavado entre huertas aparece San Polo cuya construcción tradicionalmente se atribuye a la Orden del Temple.



En la orilla izquierda del Duero aparece la antigua iglesia de San Polo, único vestigio que queda del monasterio de la Orden del Temple. El cenobio estaría habitado por los monjes guerreros hasta 1312, cuando la Orden del Temple fue suprimida y sus propiedades pasaron a manos de la corona.  Esta edificación cruza el camino que conduce a la ermita de San Saturio, y para continuar el paseo debes pasar por mediante dos arcos apuntados, que se abren sobre el paseo y en cuyas arquivoltas se decoran con un fino cordón de perlas de diamante entre dos molduras.  A su derecha se sitúa la portada de la iglesia que parece también románica, pero su arco ya denota una época tardía debido a su ligero apuntamiento.



Camino de álamos inmortalizado por los versos de Antonio Machado.  Alguna de sus estrofas se puede ver al final de la ruta, cerca de la ermita.  Aquí se inspiró el poeta mientras contemplaba los árboles que circundan el paseo, a los cuales les dedicó sendos poemas.

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.

Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva.
Antonio Machado
  
En este bonito paseo puedes rememorar los versos que ese insigne poeta dedicó a Soria, a sus álamos, a San Saturio.  Era su camino preferido, entre chopos y álamos, hasta llegar a San Saturio en el roquedal, con su ermita excavada en roca viva. 



Hace casi cien años que el poeta abandonó las calles de Soria y, sin embargo, todavía se puede seguir su sombra.  Aquellos árboles, hoy centenarios pudimos contemplarlos en el paseo que dimos.  Ya casi no se distinguen las grabaciones de los enamorados que tanto le gustaba leer al poeta, pero ahí siguen en pie a pesar de su vejez.



Los caballeros templarios de San Polo eran los guardianes del acceso a la cueva  sobre la que se construyó la ermita de San Miguel de la Peña, actualmente denominada de San Saturio, por la fama adquirida al contener un cuerpo santo.



 En esta cueva dice la tradición que vivió el anacoreta visigodo San Saturio,  patrono de la ciudad de Soria, bajo cuya advocación se encuentra el templo desde el siglo XVI y que, curiosamente, repite la estructura octogonal de la mayoría de las edificaciones templarias.

Quiero aprovechar la ocasión que me brindan estos poemas de Machado para rendir un cariñoso homenaje a mi hermano Jose que tanto nos los recordó e hizo suyos estos versos.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

¡¡Querido hermano, siempre estarás en nuestro corazón!!



Calatañazor, donde Almanzor perdió el tambor

El nombre de Calatañazor parece que proviene  del árabe “Qalat al-Nusur”, que podría ser traducido por “Castillo del Azor”. El poblado se remonta al primitivo asentamiento se corresponde con el de la ciudad arévaca de Voluce que, según estimaciones arqueológicas, podría emplazarse a un kilómetro de Calatañazor sobre un cerro lindante con el río Milanos que se conoce como Los Castejones. Allí habría permanecido Voluce desde el siglo III antes de Cristo, hasta el V de nuestra era.


Calle típica de Calatañazor
Madrugamos para empezar nuestra jornada, y desde Rioseco de Soria que es el lugar en que nos alojábamos salimos con dirección a Calatañazor que se encuentra a pocos kilómetros y donde teníamos pensado visitar el pueblo,  el sabinar de Calatañazor y la Fuentona de Muriel.  
                                                                   
 Puertas de cuarterón

Chimenea cónica de chozo de pastor

Entramos en Calatañazor, creo que es el pueblo más medieval de esta medieval provincia soriana que milagrosamente se conserva en su mayor parte como era hace cientos de años.  No sé cómo, pero el caso es que ha sido conservado.  Puertas de cuarterón con sus antiguos herrajes al lado de otras de traza moderna, las chimeneas cónicas de chozo de pastor cubiertas a teja partida, pavimento de canto de río rodado, etc.


Al final de esta pendiente calle vemos la iglesia 

Casas construidas de barro y toscos maderos de enebro

Las calles pendientes y tortuosas, con estas casas tan pintorescas que tienen todas el mismo carácter, sin que nada desentone en el ambiente, forman un conjunto arquitectónico bello, agradable y armónico.  Construidas de barro y toscos maderos de enebro, que le dan un aspecto que solo aquí podemos encontrar.
                                                               
El pueblo es de lo más pintoresco que puedas imaginarte y al verlo rodeado de murallas en donde destaca su enorme iglesia de Santa María cuyo ábside hace también de fortaleza, parece que vamos a entrar en una gran ciudad medieval llena de palacios y caserones, pero nada más lejos de la realidad.

Ruinas del castillo

Al final de la calle principal, tenemos el Castillo, semiderruido, a cuyo pie se apiñan grandes peñascos.  Las ruinas que aún perduran y que hoy podemos contemplar, son la Torre del Homenaje, que parece haber sido recientemente restaurada, algunos lienzos de mampostería y un par de cubos y algunos de los tambores de la muralla circundante.
                                                          
En el siglo VIII se extendió por España el dominio musulmán que alcanzó, por supuesto, a estas tierras en las que dejó perdurable huella: precisamente en relación con las luchas que en ellas se libraron entre los cristianos del norte y los agarenos del sur, pudo producirse el acontecimiento que ha proporcionado más celebridad histórica a Calatañazor.


Estatua de Almanzor en una de las calles de Calatañazor

Era el verano del año 1002, cuando Almanzor (Al-Mansur, esto es, “el victorioso”) general de los ejércitos del califa cordobés Hisam II y auténtico caudillo y soberano de Al-Andalus, estragaba como cada estío durante las dos décadas anteriores las comarcas cristianas desde Santiago de Compostela hasta Barcelona.
                                
La campaña militar de aquel año le había llevado por tierras riojanas a San Millán y Canales, de donde regresaba a sus cuarteles de invierno andaluces. Lo hacía victorioso, pero enfermo.  La ruta a seguir hacia Medinaceli le haría remontar el puerto de Santa Inés desde Cameros y traspasar el portillo de Cabrejas, para salir al campo abierto frente al peñasco de Calatañazor. Hasta aquí la historia, y en adelante la leyenda. Historias y leyendas que llegaron hasta el mismísimo Orson Welles, quien se sintió tan atraído por esta tierra que decidió rodar en ella algunas de las escenas de su película “Campanadas a medianoche“.

Desde esta atalaya podemos contemplar el “Valle de la Sangre

El conde de Castilla Sancho García,  que se había enfrentado anteriormente a las huestes de Almanzor  en Peña Cervera, donde, si bien resultó derrotado, apreció unas quizá debilidades nunca antes advertidas  en los ejércitos musulmanes, pensó que había llegado el momento de combatir al caudillo Almanzor que en esos momentos estaba enfermo y envejecido y que ahora emprendía su retirada hacia Medinaceli.
                 
Así pudo haber sucedido, aunque documentalmente no sea dado asegurarlo ni desmentirlo. La tradición sostiene que “en Calatañazor Almanzor perdió el tambor” que es tanto como decir que perdió su talismán de imbatible y que resultó derrotado. Como la imaginación no está sujeta a rigor histórico, contemplando desde el castillo la extensa llanura hoy llamada “Valle de la Sangre”, puede uno asistir a la carga de las mesnadas de Sancho García contra las decadentes tropas califales y la huida de estas por el camino de Bordecorex hacia Medinaceli.


Portada  de la iglesia de Santa María del Castillo

En lo más alto del pueblo encontramos la monumental iglesia parroquial. Esta iglesia de Santa María del Castillo se levantó en tres épocas.  A la fase románica pertenece la portada occidental y todo el muro sur. La portada se abre mediante un arco de medio punto algo rebajado y sin decoración, seguido de una arquivolta con hojas partidas y bolas, otra con bocel y un guardapolvo con roleos incisos. Apoyan sobre una línea de imposta vegetales, le siguen los capiteles: uno con Sansón con el león y una arpía y los otros vegetales, y las columnas. Enmarca el conjunto un alfiz biselado adornado con tallos ondulantes


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Arquillos ciegos y oculo sobre la portada de la iglesia

Por encima de la portada podemos ver tres arquillos ciegos decorados con una cinta en el borde. Los laterales son rebajados y apoyan en uno de sus lados sobre las jambas, y el central es polilobulado y descansa en columnillas con capiteles vegetales. Corona todo el conjunto un óculo y un arco cegado.
                                     
Ermita de la Soledad, al borde de la muralla

Bajamos del pueblo hacia el aparcamiento y justo al lado podemos contemplar la ermita de la Soledad, situada extramuros, que aunque ha sido muy restaurada todavía nos muestra intacto el ábside y la puerta del muro norte en donde han desaparecido las columnas que tenía antiguamente, pues ahora solamente vemos las jambas. 


                    Ermita de la Soledad   
                 
En el ábside se conservan dos puertas tapiadas que fueron abiertas con posterioridad (en el siglo XVII).  Dos columnas de fuste continuo dividen el semicírculo en tres calles en cada una de las cuales se abre una sencilla ventana de medio punto con arquivolta decorada con dientes de sierra.  Tanto los capiteles como los canecillos que sujetan el alero tienen una magnífica talla, destacando en particular una figura que representa a un músico sedente.


                                      Ábside de la ermita de la Soledad

Aún pudimos ver en las afueras del pueblo las ruinas de una pequeña ermita advocada a San Juan Bautista. Lo poco que queda de la antigua construcción de una sola nave, presbiterio, ábside y espadaña.  Lamentablemente sólo queda algún despojo conviviendo con toda clase de vegetación, pues árboles de regular tamaño campean a sus anchas en lo que antes fue la nave.  Aún conserva en bastante buen estado la portada de medio punto que luce una sencilla decoración,  parte de los muros y lo que queda de una humilde espadaña.


       Ruinas de la ermita de San Juan 
                         


Fuentona de Muriel

Desde aquí nos fuimos hasta la Fuentona de Muriel no sin antes darnos un largo paseo por el Sabinar de Calatañazor, que es uno de los bosques de sabina mejor conservados del planeta.  Una mancha verde pura, la más pura de Soria. 


Pero aún nos quedaba mucho por andar, seguimos camino hasta la Fuentona de Muriel.  Ya habíamos estado aquí hace unos años y habíamos hecho el recorrido desde el centro de información situado aproximadamente a un kilómetro, pero esta vez Juani se conoce que aún tenía ganas de andar y aparcamos el coche en el mismo pueblo de Muriel y fuimos andando  cerca de tres kilómetros más la correspondiente vuelta, que hay hasta la Fuentona.

                         Aquí comienza el sendero que te lleva a la Fuentona

Es sin duda uno de los más hermosos y paradisíacos parajes de he visto y creo que de esto entiendo algo.  La limpísima y sugerente laguna del nacedero del río Abión, que después de regar y convertir en fértil huerta las vegas de la Tierra del Burgo, cede sus aguas al río Ucero.

La Fuentona de Muriel es el nombre por el que se conoce el nacimiento del río Abión o Abioncillo. Es una pequeña laguna de la cual mana el agua, y aunque nos parezca pequeña, tiene muchos metros de profundidad. La Fuentona sale de una cueva sumergida en forma de sifón que ha sido explorada por espeleobuceadores. Es uno de los parajes naturales más hermosos y visitados de la provincia de Soria. Se accede desde la nacional 122 en dirección a Calatañazor.


El Monumento Natural de la Fuentona está constituido por un paraje conocido como Los Ojos de la Fuentona que es un acuífero que forma el nacimiento del río Abión y parte de la vega inicial del mismo.                                                                                                         
En cuanto a la vegetación que habita estas riberas está constituida por chopos, sauces, espadañales y carrizales con un sotobosque de gayubas, aligas y escaramujos así como tomillo, salvia y espliego. Más alejado del río se abren los bosques de sabinas cuyo máximo exponente es el sabinar que complementa el espacio natural.


Gormaz y su entorno

Desde Calatañazor nos vamos a San Esteban de Gormaz, porque allí nos esperan las iglesias de San Miguel y El Rivero. Llegamos algo cansados pues hemos viajado y caminado bastante, pero aquí los días dan para mucho ya que a las nueve de la tarde todavía lucía un sol espléndido.  Fuimos en primer lugar al Parque del Románico para cumplir un encargo de nuestro sobrino Pablo para la directora del centro y aunque estuvimos viendo todas esas extraordinarias maquetas de iglesias románicas de Castilla y León, que queréis que os diga, no nos llenaron demasiado,  a nosotros lo que nos gusta es ver, palpar y sentir lo que nos dicen esas  piedras de los templos románicos cuanto más viejas mejor, pues aunque sea un poco raro, lo que más nos gusta del románico son algunas de las ruinas que tenemos la gran oportunidad de contemplar

                                 Entrada al Parque del Románico 

Dando un paseo por el recinto puedes ver muchas de las mejores iglesias románicas de Castilla y León, pero como he dicho antes los que de verdad amamos el románico queremos ver el original y no la copia y no dejo de reconocer que las maquetas son extraordinarias.

Maqueta de la iglesia de San Martín de Frómista 

La siguiente visita será a la iglesia de Nuestra Señora del Rivero, más conocida como "El Rivero", todavía nos acordamos de la última vez que estuvimos que casi no la pudimos ver debido al intensísimo frío que casi nos congela.  Esta vez tuvimos más suerte y el día era espléndido.  El aspecto que presenta este templo es consecuencia de las numerosas alteraciones que ha sufrido con el tiempo y que ha desfigurado por completo su fábrica original, aun así, debido al lugar en que se ubica forma una bella estampa junto al paisaje de su entorno.

Iglesia de Nuestra Señora del Rivero 

Lo que a mí me pareció más interesante fue su galería porticada formada por nueve arcos en su lado meridional y dos más en el costado oriental.  Tiene una gran similitud con la de San Miguel, pero aquí en el Rivero los fustes son más altos y esbeltos y la piedra parece diferente.  Los cimacios de los capiteles y las molduras de las pilastras están decorados con flores de seis pétalos.

 Parte de la galería de la iglesia

Entre los capiteles que podemos ver en esta galería destacan;  Personajes con el característico atavío del caftán de mangas largas; un animal que parece un león devorando a un cuadrúpedo; Sansón desquijarando al león; un músico tañendo un instrumento de cuerda; un ave con alas desplegadas picoteando a un animal apresado; un personaje con atuendo moruno…


Capiteles de la galería porticada

A muy poca distancia tenemos la vecina iglesia de San Miguel, la más antigua de las románicas de la provincia y una de las más primitivas de toda Castilla.  Erigida seguramente en el último cuarto del siglo XI es difícil precisar la fecha de su construcción, aunque es más fácil saber la fecha  de la galería porticada que se adosó poco después.  En un canecillo situado bajo el alero podemos ver una figura representando a un monje que muestra un libro abierto en el que puede leerse la fecha: ERA MCXVIIII, lo que nos lleva al año 1081 de nuestra era.  También podemos leer el nombre su autor: JULIANUS MAGISTER FECIT.

Iglesia de San Miguel en San Esteban de Gormaz

Se puede deducir que si según indica la inscripción esta galería se concluyó en el año 1081, la iglesia tuvo que levantarse algunos años antes.  Esta galería de San Miguel es con seguridad la primera galería porticada castellana.  El templo lo forman una nave con ábside en la cabecera, la mencionada galería porticada, una escalinata que da acceso desde la calle y la torre, aunque creo que es claramente posterior al resto.  Construido en mampostería con sillería en las esquinas y en su estilo se aprecia el primitivismo de esta edificación.

Galería porticada de San Miguel

Los capiteles están decorados con algunos motivos  animalísticos de cuadrúpedos, con luchas entre ellos y con una serpiente; vemos también representaciones de animales fantásticos como sirenas de dos colas, elementos arquitectónicos fortificados con arco de herradura y en cuyas almenas vigilan soldados armados con lanzas, motivos vegetales, un pavo real, músicos con instrumento de cuerda, jinetes, figuras humanas tocadas con turbante. 


 Capiteles de la galería porticada

En los canecillos que sujetan la cornisa podemos observar algunos personajes ataviados con vestimentas árabes, soldados, leones, músicos, aves rapaces, serpientes, motivos geométricos, y sobre la clave del arco de entrada, el ya mencionado monje con la data de construcción de la galería. 

Todavía tuvimos tiempo de acercarnos hasta Rejas de San Esteban donde pudimos contemplar dos templos particularmente valiosos.  Están dedicados a San Ginés, el que hace de iglesia parroquial, y a San Martín el otro.  La primera, fue románica en su origen pero, debido a diversas restauraciones sólo conserva de su antigua estructura la galería que fue adosada al muro sur y la puerta por la que se accede al templo desde este mismo pórtico.

Iglesia de San Ginés en Rejas de San Esteban 

La galería está formada por seis arcos de los cuales cinco descansan sobre columnas de doble fuste mientras el arco que hace de entrada lo hace solamente sobre jambas.  En los capiteles podemos ver diversos temas, como dos aves de largos cuellos; un cuadrúpedo enfrentándose a un león; en el tercero, la famosa escena de la barca; animales de aspecto felino, con patas muy largas; dos figuras humanas entre otras dos de animales; o un león atacando a una presa.
               
 Galería porticada de San Ginés

Muy cerca, bajando por una de las numerosas callejuelas del pueblo vemos la otra iglesia, la de San Martín.  La existencia de estos dos templos nos puede dar una idea de la importancia que debió tener este lugar allá por el siglo XII, y al contrario que la de San Ginés, esta se conserva mayoritariamente en su estado primitivo.

Como casi todas las galerías de la región, esta de San Martín de Rejas se orienta al Sur. Está formada por siete arcos de medio punto de los que el del centro sirve de acceso. En el muro este se abre otro hueco también bajo arco de medio punto, que proporciona una segunda entrada al pórtico y es el único de descansa sobre jambas y no sobre columnas como todos los demás.

 Iglesia de San Martín

 Protegiendo la portalada encontramos una galería porticada. Está compuesta por siete arcadas en el lado sur, de las cuales la central es la portada que da acceso al pórtico, y por una arcada, que también sirve de entrada, en el lado este. 

Esta galería está construida enteramente con sillares y sus arcos apoyan alternativamente sobre columnas de fuste doble o cuádruple.  Sobre estas columnas se apoyan capiteles de sencilla ornamentación, a base de motivos vegetales como hojas y palmetas.  

Galería porticada de San Martín 

Esta galería hasta el año 1982 estaba cegada pero en esa fecha se procedió a una completa restauración, se desmontó y volvió a montar para dejarla como estaba en su origen.

Los ocho capiteles que podemos ver en esta galería presentan decoración a base de temas vegetales como hojas de acanto y palmetas. Los arcos están cubiertos por un guardapolvo de puntas de diamante, tanto por el interior como por el exterior.

 Capitel de la Galería porticada

El alero está soportado por una buena colección de canecillos que en su mayoría son lisos.



Ruta  Tresviso  -  Urdón

Este pasado sábado lo dedicamos a desintoxicarnos un poco de tanto románico, y nos vamos a hacer un recorrido por los Picos de Europa y nuestro punto de destino será el pueblo Tresviso, donde fabrican un queso extraordinario, pero no fuimos a este pueblo a comer queso sino porque nuestras mujeres querían hacer la ruta de Tresviso a Urdón
    

En Unquera tenemos que dejar la autovía y coger camino de Potes y al llegar a Panes volver a cambiar de carretera hasta Arenas de Cabrales.  Enseguida nos encontramos con la impresionante visión de  Pica Peñamellera  (765 m).  Paramos a tomar unos cafés y sacar unas fotos, pero enseguida continuamos camino y pasamos por el pueblo de Mier. Ya hace bastantes kilómetros que estamos en terreno asturiano y la primera parada que queremos hacer es en Camarmeña.  


 Mirador de Camarmeña

  Cuando llegamos a Poncebos,  muy cerca de donde comienza la ruta del Cares, recuerdo cuando hace años hicimos esta ruta de Poncebos a Caín en versión de ida y vuelta, sólo 24 kilómetros y casi seis horas de recorrido, pero eran otros tiempos, cuando éramos bastante más jóvenes.  Pronto ves el indicador a la derecha que indica la subida a Camarmeña.  ¡¡ Va, sólo es un kilómetro !!  Pero madre mía que kilómetro.  Por curvas y contracurvas cerradísimas vas ascendiendo la tremenda pendiente y gracias a que llevamos un 4x4, que si vamos con mi coche seguro que tenemos que subir empujando
                                            
                                     
          Nos dirigimos hasta el Mirador desde donde se puede contemplar una magnífica panorámica del pueblo de Bulnes y mucho más al fondo, la silueta del famoso Naranjo de Bulnes, también llamado Pico Urriello.  Las vistas son muy buenas y el enorme cañón con sus cortados impresiona, lástima que a la hora que fuimos teníamos el sol de frente por lo que no pude tomar ninguna fotografía.  Hace poco, hubiera tirado unas cuantas aunque no saldrían, pero me he convencido de que si no hay buenas condiciones de luz es una tontería sacar fotos que después tendrás que eliminar.



 Para bajar, todavía fue más emocionante.  Cuando el coche pasaba al lado del precipicio me agarraba de tal forma al asiento que no se si rompería la tapicería, pero es que la impresión que te causa el descenso por una carretera tan estrecha, con tantas curvas y bordeada por precipicios, hay que verlo para creerlo.  Por fin abajo, sanos y salvos, cogemos la carretera que pasa junto al funicular que lleva a Bulnes, pero nuestra ruta es dirigirnos a Sotres para después continuar hasta Tresviso   
                             
    Pasamos de largo por Sotres, pues se estaba haciendo hora de comer, y eso es una cosa sagrada para nosotros, por lo que a medio camino entre Sotres y Tresviso sacamos nuestras mochilas y nos dispusimos a saciar el apetito, pues la tarde iba a ser larga e intensa, sobre todo para las mujeres.


 Sotres

Después de sacar unas fotos en un paraje muy bonito que creo que ya era territorio cántabro, aunque no estoy muy seguro, pues no tengo ahora mismo a mano al guía para que me informe cogemos de nuevo camino hasta el pueblo que delimita  Asturias y Cantabria.

 Tresviso
                                                                 
    Cuando llegamos nos encontramos con un pueblo bastante importante, yo siempre había creído que en Tresviso sólo vivirían cuatro viejos, con un poco de ganado, sus gatos y sus perros, pero que equivocado estaba.  Extraña ver una aldea tan grande, con una gran iglesia, aunque moderna y con sus calles, que aunque con una gran pendiente, están muy bien acondicionadas.  Hay muchas viviendas que se están reparando lo que indica que la gente de aquí no se piensa marchar.

 Aquí comienza el descenso hasta la central de Urdón

En el restaurante del pueblo encontramos a muchos montañeros y senderistas que han hecho la subida desde Urdón, que es la ruta normal, pues aunque es más costosa tiene mucho menos peligro.  Marisa y Juani, quieren hacer el más difícil todavía, hacer la ruta bajando de Tresviso a Urdón.  Son aproximadamente unos seis kilómetros, pero para quien no lo conozca baste decir que se pasa de los 900 metros de altura en que se haya Tresviso, hasta los 75 de Urdón.  Lo que resulta que en apenas seis kilómetros tienen que hacer frente a un desnivel de 825 metros, para ellas pecata minuta.

     No creáis que nosotros no bajamos por miedo a quedarnos en el camino, sino que la razón era que Luis Antonio tenía que bajar con el coche a recogerlas al desfiladero de la Hermida donde termina la ruta y yo por desgracia no podía arriesgar mi nueva cadera de titanio, en un camino tan pedregoso.  De todas formas, para infundirlas ánimo, bajamos con ellas aproximadamente un kilómetro de la ruta, hasta donde el camino se empezaba a empinar.

 Primeras rampas

    Dejamos en este punto a Marisa y Juani que siguieran su camino, y nos quedamos largo rato esperando por si daban la vuelta, pues ni por asomo creíamos  que  iban siquiera a intentar llegar abajo.  Estuvimos sacándolas fotos hasta que las perdimos de vista al fondo de un gran peñasco, e iban frescas como una lechuga.


No sabíamos cómo iba a acabar su aventura pues de aquí en adelante se tendrían que enfrentar a los impresionantes Tornos del Canal de la Cerrosa y poco más abajo, tendrían que pasar, aunque no creo que se atreverían a asomarse al Balcón de Pilatos, una repisa a la izquierda del camino con una pared vertical que se descuelga hasta el cauce del río Urdón de unos seiscientos metros.  Pero a partir de aquí ya sólo podremos ver las fotografías que sacaron ellas.

                                                     Desde luego el fondo es impresionante

Nosotros, cómodamente en el coche vamos a hacer los 60 kilómetros que separan por carretera el lugar donde las dejamos y el lugar donde las tendremos que recoger.  Esto nos puede dar una idea de lo sinuoso de la ruta que tienen que recorrer, por caminos pedregosos con unos desniveles que a veces superan el 25 por ciento y por un sendero rodeado de precipicios de más de quinientos metros de profundidad.  En fin, una pequeña aventura de la que no veremos su final hasta que lleguen a Urdón en pleno Desfiladero de la Hermida.

 ¡¡¡  Es peligroso asomarse al exterior!!!

Como ya no podemos acompañarlas nos tendremos que conformar con ver las fotos de los caminitos que se encontraron para bajar hasta Urdón.




Como se acercaba la hora en que las senderistas, si todo había ido bien, debían estar llegando a Urdón, nos dispusimos a coger el desfiladero de la Hermida para llegar al punto de encuentro.  Si estaremos compenetrados que justo cuando llegamos a la central eléctrica ellas hacían su entrada triunfal, agotadas pero felices de haber conseguido la hazaña.  Porque se trata de una verdadera hazaña que dos principiantas como ellas hayan bajado por donde han bajado.  Y en menos de tres horas.  A mí me da miedo sólo pensarlo, pero estas dos han dejado muy alto el pabellón de Cosío y Bedicó.